jueves, 14 de octubre de 2010

No sé quién eres, sé quién quiero que seas en este momento pero al final no sé si serás él. Nisiquiera sé si existas.
Pero sé que no te quiero faltar.

Hoy, ver que un amigo de mi mamá le faltará a su esposa y solo tiene 50 años, ella 43, me dejó pensando.
Ella podría pasar el resto de su vida sola.
Y lo mismo le pasa a mi tío.
No llegaron a la vejez con el amor de sus vidas, se quedaron a medio camino.
Y sí, crecerán rodeados de amigos e hijos, pero no es lo mismo.

Y yo, yo digo tan relajadamente que me dará cáncer y le ganaré y todo bien. Pero hoy, hoy al ir de nuevo a Neoplásicas, al subir a un ascensor con una persona en silla de ruedas, con cáncer, pensé que no podría. No podría vencerlo. Ver la unidad de adolescentes, aunque haya sido sólo el cártel, me hizo pensar que tengo mucha suerte de ser sana, por ahora. Porque no siempre será así. Probablemente tenga tendencia a que me dé cáncer y no estoy haciendo nada para detenerlo, porque podría ganarle.
Pero ver cómo ellos no le van a ganar, aunque salga de la nada, me hizo pensar que quizás yo tampoco pueda.
Por eso no debería dejar que me dé.

Porque no quiero faltarle a esa persona con quien pasaré mis días, quién apostará por mi para envejecer conmigo.
Porque miro a esa pareja y mi mamá me cuenta de cuándo eran jóvenes y se enamoraron, porque ella puso su fe en él y se casaron y tuvieron hijos y nunca sospechó que él moriría a los 50 o 51, la edad que sea, pero pronto. Y ella quedaría sola.
Y yo no quiero faltarte, quiero envejecer y cumplir contigo, conocer a nuestros nietos.
Yo no quiero faltarte.

Ahora sí me importa que me dé o no me dé cáncer. Ya no seguiré comiendo tanta basura, haré ejercicio, aunque eso podría no hacer diferencia. No importa. Ojalá tuviera la certeza de que no moriré tan joven, de que no te fallaré, de que apostarás por mí y llegaremos lejos.
Pero no la tengo y no la puedo tener.
Simplemente puedo tratar.
Qué feo es eso de morir.

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